Entrada
Podemos contemplar devotamente que aquella Virgen sacratísima, en la noche de la resurrección, puesta y ocupada en oración, deseaba con ardiente corazón ver al Hijo que había dejado en el sepulcro encerrado, porque ella sabía bien que había de resucitar al tercero día. Por lo cual, o por el corazón o por la boca, podía decir: ¡Eterno Padre! Mira que ya se acerca el tiempo para que resucites de muerte a vida a tu Hijo: pues resucítalo, y envíalo a mí, afligida de tanta pasión y tristura. ¡Dulce Hijo mío! ¿cuándo te veré después de resucitado triunfar? Tú, Hijo mío, dijiste muchas veces: Yo resucitaré al tercero día; y somos en él (Fr. Ambrosio Montesinos).
Muy gloriosa y admirable en su nombre; los que se acuerdan de invocarlo en la hora de la muerte no temen al infierno junto, pues los demonios al oír nombrar a María luego abandonan el alma (S. Buenaventura).
Amparo segurísimo; después de Jesús he puesto en Vos, dulcísima Señora y Madre mía María, toda mi esperanza de alcanzar mi salvación eterna (S. Alfonso de Ligorio).
Reina de todo lo criado, pues estando sujetos a Dios lo ángeles, los hombres y todas las criaturas que se hallan en el cielo y sobre la tierra, lo están también a la Virgen (Sto. T. de Aquino).
Insondable océano de amargura. Si Dios por un milagro especial no hubiera conservado la vida a María, su dolor hubiera bastado para causarle a cada momento la muerte (S. Anselmo).
Autora de nuestra salud; pues queriendo Dios redimir a todo el género humano, puso todo el valor de la redención en las manos de María para que ella lo dispense a su voluntad (S. Bernardo).
Meditación
UN RAYO DE SOL
Sé bienvenido, diminuto rayo de sol, que suavemente, por la hendidura apenas perceptible de la ventana, vienes a iluminar mi celda.
Sé bienvenido. Tú eres como la visita de un amigo, como una apacible palabra, como una excitación al trabajo, como un pensamiento de paz.
Entiendo perfectamente la lección que me das con ese suave brillo que penetra silencioso, que ilumina sin alucinar, que llena mi aposento sin recargarlo de luz.
Vienes a decirme que no es tan triste mi celda ni tan solitaria…. y que, si yo quiero, puede venir a visitarla otro rayo más luminoso, más vivo.
Vienes a decirme que no queda sin testigo ni esperanza el penoso trabajo al cual me entrego y que con tanta frecuencia me halla desanimado.
Vienes a decirme que no está exenta de alegría la larga jornada que he de pasar casi solo y a veces oprimido por la prueba.
Sí, sí; sé bienvenido.
Rayito de sol, no te quedes solo en mi celda. Ven, ven también a mi inteligencia, a mi corazón, a mi alma.
Y aquí, no te contentes con iluminar; calienta, penetra, permanece; haz que la mirada de mi alma, al descansar en ti, se remonte hasta el origen de donde vienes, y desde allí, suba todavía más hasta ese otro manantial de todo sol y de todo rayo: Dios, mi buen Dios.
Rayito de sol, no te detengas sólo en mi inteligencia, en el corazón, en mi alma; transfórmame en ti, y haz que sea yo también rayo de sol.
¡Ah, si supiese como tú aprovecharme de todas las ocasiones, por pequeñas que sean, que me ofrece Dios, para insinuarme en las almas y en los corazones!
Pero com tú, sin ruido; como tú, sin pedir nada; como tú, sin llevarme nada; como tú, sin estorbar nada, como tú, en fin, para dar, sin que se note que las doy, la luz, la alegría, la paz.
La sonrisa habitual, la mirada bienhechora, el acogimiento sencillo y bueno, ¿no son rayo de sol que sale del alma?
¿No es rayo de sol la palabra que apacigua, el consejo que ayuda, la frase graciosa que excita suave sonrisa?
¡Oh rayo de sol! quiero asemejarme a ti; transformarme en ti. Rayito de sol, tú que, al salir de mi celda te vas a otras partes para dar lo que mí me has dado, ve; continúa tu viajecito portador de bondad y de felicidad… ¡Y gracias!; tu mera aparición de algunos minutos no ha sido ciertamente inútil para mi alma.
Con gran placer mío, encuentro en mi memoria las graciosas líneas siguientes que resumen y completan lo que acabo de decir: «Rayo de sol es la santa esperanza que entra en el fondo del corazón lacerado por el dolor; es la limosna que se hace al desgraciado, cuya hambre y frío entristece nuestra vista; es el amable candor que adorna un fresco rostro; es, para el náufrago, la playa a la vista.
Rayo de sol es también la plegaria que dirige un niño a sus padre; es todo hermoso sentimiento, todo transporte generoso, que brilla en nuestra alma al descender de los cielos; es para el alma del poeta una hermosa naturaleza; es la dicha que se disfruta en una pura amistad.
Rayo de sol es ser amado de un hermano a quien el corazón desde hace mucho tiempo no ama; es, después de larga ausencia, un dulce abrazo; es, para el prisionero, la libertad de un momento; rayo de sol es, para todo hombre en la tierra, la mirada de una madre”.
Oración
No puede concebir nuestro bajo entendimiento el gozo que embargó todo tu pecho, Virgen purísima y arrobó tus potencias con la resurrección de tu Hijo; pídele que sobre el mar de dolores de esta presente vida navegue serena la navecilla de nuestra alma. Y como resucitó este Hijo de entre los muertos dejando vencidos y quebrantados los infiernos, pídele que nos libre de la servidumbre del pecado y a él y a ti cantemos por una eternidad las alabanzas que son debidas (S. Sofronio).