Meditación del día

… para el mes de Marzo

Entrada

No hay quien le iguale en el dolor, como no hay quien le llegue en la santidad. Grande es así como el mar tu quebrantamiento. ¿No bastaría decir, como fuente? No, sino como mar, porque tienen compañía mar y María. ¿Qué es esto? Como cuando al principio del mundo manda llegar todas las aguas a un lugar, y llamólas mar, así acá manda que se lleguen todas las virtudes que están repartidas por muchos en un lugar: toda la santidad, toda la castidad, toda la fe, y la esperanza y caridad, júntense en esta Virgen muy más perfectamente que en otra persona alguna; y júntense también todos los dolores, las angustias, las tristezas y lágrimas el día de hoy en esta Virgen, y llámase María. «No me llaméis ya Noemí», dice la Virgen, «que quiere decir hermosa; no me conviene ya ese nombre, no es para mí ese nombre; mas llamadme María, que quiere decir amarga, porque en gran manera me ha amargado el Omnipotente, porque entré llena y salgo vacía» (S. Juan de Ávila).
Consecuencia necesaria es de la infinita perfección de Dios el buscarse a sí mismo y ser para sí mismo su propio fin. Consecuencia igualmente necesaria de ésta es que Dios sea fin último de todas las criaturas, y que no haya en absoluto otro verdadero fin sino Él. A su magnificencia y a su profundo amor cumple que todas las cosas hayan sido hechas para Él, y que su gloria sea sobre toda gloria; de donde resulta que el mayor don de su misericordia infinita para con la criatura sea permitirla contribuir inteligente y libremente a la gloria del mismo Dios. Bien considerado, por otra parte, no cabe tampoco mayor felicidad en la criatura que aumentar la gloria de su Creador: éste es, en resumen, el único verdadero bien de su entendimiento y de su voluntad; el único en que la es dado alcanzar eterno reposo. Pues ésta es otra de las razones porque Dios permitió a María padecer: con este medio pudo recibir de ella más gloria, no sólo que de ninguna otra criatura, sino que de todas las criaturas juntas, excepto la naturaleza creada de N.S. Jesucristo. María, en efecto, gozó la maravillosa prerrogativa, no sólo de valer tanto ella sola como toda la creación, sino de sobrepujarla en modo eminente y absoluto, por la alabanza y por la adoración, por la gloria y por el culto que el Criador recibió de ella. Cuando la fue preciso escalar aquellas tremendas alturas de santidad, inaccesibles a la perspicacia y a la piedad de los más grandes santos (P. F.G. Faber).

Meditación

Un pecado más o menos

Si supieseis lo que es, en una casa y en un alma, un pecado permanente, y el destrozo que causa, en medio de la noche que ha producido, y la lenta pero segura destrucción que opera en todas las facultades de esta alma… ¡ah, cómo os esforzaríais con vuestras oraciones, con vuestra abnegación, con vuestros sacrificios, con vuestro trabajo más asiduo, con vuestros dolores más generosamente aceptados, con vuestra paciencia y vuestra dulzura ante las contrariedades, cómo os esforzaríais en impedir, momentáneamente al menos, ese trabajo subterráneo e infernal, tanto más terrible y espantoso cuanto no se muestra en lo exterior!
¡Un pecado más! Es Dios renegado una vez más, Dios que volvía, y a quien se ha hecho entender que importuna y cansa. Es el odio de Dios creciente; es una llaga envenenada que probablemente no se cicatrizará ya; es la alegría agotada, es el poder de amar debilitado, es el temor, vago quizás, pero real y permanente, de un castigo presto a caer.
Y todo esto, madres, esposas, todo esto podéis evitarlo, haciendo evitar una nueva falta.
¡Un pecado menos! Es un alto en el mal, un alto en el castigo. Ahora bien, durante este alto, Dios tiene tiempo de volver y de ser escuchado.
En el siglo XVII, mientras los franceses expulsaban a los ingleses de Dunkerque, un oficial que se retiraba, con el rostro lleno de vergüenza, volviéndose a los vencedores, les dirigió estas palabras amenazadoras: Volveremos pronto. –Sí, respondió con calma un oficial francés, –sí, volveréis, pero solamente cuando nuestros pecados sobrepujen a los vuestros.
¿Por qué la justicia divina no castiga esa pequeña ciudad y esa casa? Es que el número de sacrificios y el de las buenas obras excede al de crímenes.
¡Pues a la obra almas generosas! mujeres cristianas, que vais con tanta frecuencia a alimentaros con el cuerpo de Jesucristo!
Rezad mucho, pero obrad también.
¿Creéis que únicamente para agradar ha puesto Dios la simpatía en vuestra voz y el hechizo en vuestra mirada? No, sino para encaminar las almas a Él.
Dios os ha hecho reinas del hogar; sabed, pues, mandar. Pero reinas por Dios; a Él, a Él solo debéis dar cuenta del empleo de vuestra autoridad.

Oración

¡Oh Virgen soberana! ¡qué diferente abrazo es éste de los que le dabais en el portal de Belén, y cuando caminabais a Egipto! Entonces era para Vos ramillete de mirra, como joyel compuesto entre vuestros sagrados pechos; pero ahora es haz grande de mirra muy amarga, que os llena toda de amargura. Ya podéis decir aquella lamentación de Jeremías: Llenóme de amargura y embriagóme con ajenjos amarguísimos. Veía aquel rostro antes blanco y rubicundo, y ahora perdido el color y trocado en amarillez de muerte; veía los labios cárdenos, los ojos obscurecidos, la cabeza caída, levantado el pecho. ¿Conocéis, Señora, esta figura? ¿Qué se ha hecho del rubí en que se miraban vuestros ojos? ¡Cómo se ha marchitado la flor de la mañana! ¡Cómo es eclipsado el sol de mediodía! ¡Oh castísimos ojos guardados para verdugos de este día! ¿dónde miraréis que no sea con intolerable dolor?
¡Oh Madre afligidísima! Si puedo dar algún consuelo a vuestro dolor, permitid que abrace los pies de vuestro Hijo, y los bañe con mis lágrimas, pues mis culpas fueron las que le han parado así. De hoy más ha de ser para mí ramillete de mirra vuestro amado Jesús, el cual estará siempre entre mis pechos, mirándole con mis ojos, y amándole con todos los afectos de mi corazón (P. García).

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Jaime Solá Grané

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