Meditación del día

… para el mes de Febrero

Entrada

Inagotable es la hermosura de Jesús, varía siempre, y, sin embargo, siempre una misma, como la vista de Dios en el cielo; grata siempre, como un gozo habitual y bien experimentado; y, sin embargo, causa siempre de sorpresa y de regocijo, como si fuera realmente nuevo. Jesús se nos muestra en todo lugar y a toda hora hermoso, ora cuando lo vemos desfigurado por los tormentos de su Pasión, ora en los esplendores de su Resurrección gloriosa, y lo mismo al mirar sus miembros dislacerados por los azotes, que al contemplarle en las inefables dulzuras de Bethleen. Pero, sobre todo, Jesús es hermoso en su Madre. Amando, pues, a Jesús, no podemos menos de amar a María. Necesario nos es conocer a la Madre para conocer al Hijo. Así como sin fe en la divinidad del Salvador no existe verdadera devoción a su humanidad sacratísima, así también sería incompleto nuestro amor al Hijo si, prescindiendo de la Madre, la considerásemos como un mero instrumento de quien Dios se hubiese servido, como lo pudiera de cualquier criatura inanimada, extraña a todo concepto de santidad y de moral conveniencia (P. F. G. Faber).
Augusto trono del rey Salomón que ni en cincelado ni en materia conoce igual. En este trono el blanco marfil se entrelaza con el más preciado oro, aquél figura del misterio de su castidad, éste de su amor subidísimo (Adán de S. Víctor).
Amor ejemplar. No ignoro, Señora mía y Madre de mi Señor Jesucristo, que entre los que te aman eres la más amante, y nos amas con un amor que no se deja vencer de ningún otro amor (S. Pedro Damiano).

Meditación

Hoy meditaremos sobre la risa

-Risa indiferente
Es la propia de la ligereza de espíritu y de natural, indicio de un principio de corrupción en el alma, efecto del primer transtorno de una conciencia que no está todavía cegada, pero que empieza a pecar.
Todavía no es ruidosa; apenas se la ve en los labios, y se traduce por estas palabras: ¿A mí qué me importa?
Se ríe de un consejo: ¿Qué me importa?
Se ríe de un reproche: ¿Qué me importa?
Se ríe de una amenaza: ¿Qué me importa?
Se ríe porque no sabe, y quiere permanecer en su ignorancia: ¿A él qué le importa?
Se ríe porque es muelle y perezoso, y no quiere darse el trabajo de escuchar o de aprender: ¿Qué le importa?
Esta risa no intenta hacer mal, pero lo hace. Sume en la duda al alma sencilla, y la duda es el principio de la ruina.
-Risa burlona
Es la de la soberbia, la del orgullo, la de la ostentación.
No escucha para refutar: sabe más y lo sabe mejor que nadie.
Ha visto, ha entendido, ha leído, ha reflexionado; hele ahí convertido en gigante; los que le rodean no son más que pigmeos.
La enseñanza de la Iglesia y las prácticas religiosas esclavizan; él se ríe de los que se someten a ellas.
No desviará directamente a nadie de sus deberes religiosos, pero dirá una de esas palabritas que penetran como la punta de un aguijón, hacen sangrar al alma y la detienen en su camino.
No sabe que el ridículo mata, pero emplea el ridículo únicamente tal vez para darse importancia, y mata.
Un obstáculo serio excita el valor del que cree; una risa le detiene y le deja atontado.
La risa burlona es el arma más mortífera puesta al servicio del demonio, en su guerra contra las almas.
-Risa infernal
Es la risa del demonio, que se encarna, de alguna manera, en un ser humano, y logra así, penetrando poco a poco en las almas, arrancar una por una todas sus creencias y todas sus delicadezas.
Esta risa es una mezcla de escándalo, de calumnias, de denigraciones. Todo esto es referido, mostrado, comentado con una sangre fría burlona, que lo hace aceptar sin comprobación, y lo fija profundamente en el alma.
La persona que ríe con esta risa, toma todas las formas, porque es, como el que se la inspira, hipócrita y mentiroso.
Ríe con la risa casi inocente de una ignorancia afectada, que se hace acoger sin desconfianza y le permite decirlo todo sin aparentar que quiere corromper; con la risa ligeramente burlona, para no asustar; con la risa delicada e ingeniosa, para dar a entender que hay más de lo que dicen y para excitar la curiosidad; con la risa forzada, que se compadece de aquellos a quienes denigra y calumnia; con la risa cínica y grosera, que difunde el mal con todo descaro… y luego se retira diestramente, para dejar al mal que ha esparcido el trabajo de completar su obra.

Oración

¡Oh clementísima Virgen, que con mano piadosa repartes vida a los muertos, salud a los enfermos, luz a los ciegos, solaz a los desesperados, y consuelo a los que lloran! Saca de los tesoros de tu misericordia refrigerio para mi ánimo quebrantado, alegría para mi entendimiento, y llamas de caridad para mi durísimo pecho. Sé vida y salud de mi alma, dulcedumbre y paz de mi corazón, y suavidad y regocijo de mi espíritu. Y pues tú eres estrella clarísima del mar, madre llena de compasión, endereza mis pasos, defiéndeme de riesgos y de enemigos, hasta aquella postrera y suspirada hora en la cual, asistido de tu auxilio, enriquecido con tu gracia, vencidas las enemistades del infernal dragón, salga de este mundo para los eternos y seguros gozos de la vida bienaventurada. Amén (S. Ildefonso).

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Jaime Solá Grané

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