Meditación del día

… para el mes de Diciembre

Entrada

Altísima esposa del eterno Amor que mora en el huerto esperando el cercano día del divino alumbramiento. ¿Puede haber algo más amable que esta Virgen tan amadora del Señor, y primeramente tan amada de Él? ¿y algo comparable a ese Hijo de Dios nacido desde toda la eternidad, y formado en la plenitud de los tiempos en el seno de su muy Amada para quien será hacecito de mirra? Cojamos flores que merezcan ser presentadas al Hijo y a la Madre (Vble. Pedro Celense).
Remate y sello de los deseos de los Padres antiguos (S. Buenaventura).
Inviolable y purísima criatura. Era muy justo que fuera adornarla de tal pureza, que no la hubiese mayor después de Dios, la Virgen a quien Dios Padre había de dar tan particularmente su propio Hijo, que había éste de ser por naturaleza Hijo común y único de Dios y de la Virgen, y a quien el Hijo escogía para Madte suya, y el Espíritu Santo había de tomar para Esposa (S. Anselmo).
Árbitra de la vida por cuanto la muerte y la vid se concentraron en su seno, quedando la muerte sujeta al imperio del que es autor de la vida (Antigua liturgia eclesiástica).
Como no es lícito dudar que Dios creó a Adán y Eva sin pecado, así tampoco es creer que el mismo Hijo de Dios quisiese tomar carne humana de carne inficionada por el pecado original ni habitar nueve meses en morada que siquiera un instante hubiese dado abrigo a Satanás (S. Bernardino de Sena).
Madre que sobre toda humana y natural ley alumbró nuestro Medianero: seno fecundo para alegría del hombre. Y fruto es una nueva era, el codiciado siglo de oro, (Prudencio).

Meditación

EL DESCANSO ETERNO

Vuelve, oh alma, mía a tu descanso, ya que el Señor tanto te ha favorecido. Pues Él ha librado de la muerte a mi alma, ha enjugado mis lágrimas y apartado mis pies del precipicio. Partidario seré yo del Señor en la región de los vivos (Salmo 114, 7-9).
Este Requiem es el paso entre dos extremos de la escollera, a la entrada del puerto… y como por ese Requiem deben entrar todos en el Paraíso, voy a examinar si estoy orientado hacia él, si mis deseos superf1uos no me inclinan a uno otro lado, y si la austeridad divina de esta palabra benéfica, está en consonancia con mi lujo extravagante y con mis frtivolidades egoístas. Requiem aeternam… ¡El descanso eterno! ¡El reposo definitivo! Tu santa Iglesia a pesar de todos los teorizantes aventureros, había ya definido el Purgatorio en términos que significaban el reposo: le había llamado en el canon de la misa «el reposo en Cristo»- y el sueño de la paz. La misma palabra cementerio, ¿no significa que nuestros difuntos están dormidos? Tus elegidos, a medida que se van encaminando hacia ti, progresan en la paz y el reposo de sus almas militantes que se confian, que se abandonan, que se resignan, es un comienzo del Paraíso y del descanso de las almas del Purgatorio es más profundo aún. No experimentan ya agitación ni inquietud, ni movimiento alguno de rebeldía, ni deseo, alguno contrario a los tuyos, ni resistencia alguna culpable. Toda su voluntad está conforme con tu ley. Esas almas conocen la paz que sobrepasa a todo sentimiento y se entregan a tus manos purificadoras. Su padecer es un sufrimiento misterioso sumamente fino y sutil, que no puede provocar sacudidas, ni sobresaltos, ni aprensión, ni retroceso; un sufrimiento más de la espera que del cambio, y en el cual el reposo del alma no sufre alteración alguna.
El cielo será un descanso más completo aun y más absoluto. Es que el descanso en ti no es semejante a nuestros precarios descansos. Nuestro descanso aquí abajo está lleno siempre de corrupción, de inmundicia y de muerte, es un descanso por cansancio casi nunca por plenitud. Un vaso lleno y un vaso vacío son dos formas de reposo, son dos términos. Tu reposo es la perfección. Tu reposo creador, el de aquel sábado sin crepúsculo que dura todavía y que durará eternamente. ¿Quién, pues se atreverá a hablar de él, como de una especie de holgazanería, quién pues, osará blasfemar de esta actividad divina, que le concede la existencia? La creación, en la que me encuentro es obra de tu reposo. Y mi eternidad será también obra de tu quietud, cuando te pertenezca en tal forma, que ya nada en mí estará vacío de ti., y en mi unión contigo amaré toda tu obra y su principio increado, uno en tres personas.
Todo lo que es definitivo te recuerda. –Concédeme, pues, el acabar en ti para siempre; mi nada no protestó cuando me diste el ser. Tampoco pedí el bautismo. Al despertar mi conciencia, vi que tú ya habías tomado posesión de mi vida y que estaba marcado con tu sello. No existo más que por ti, y mi valor consiste en que puedo acabar en ti y que desde mi comienzo me atraes hacia tu amor substancial. Acaba tu obra y destruye todas mis resistencias. Cuando Moisés, recién nacido, flotaba sobre el Nilo encerrado en su navecilla de mimbre, tú solo sabías que ese niño conduciría un día a tu pueblo, iría a hablarte sobre la montaña y moriría en tu brazo. A pesar de mi miseria, me siento como obligado a creer que has depositado en mí una misión divina. Tú no quieres que retenga por cuenta propia pensamientos mezquinos, y en mi acto de esperanza repito todos los días que espero de tu misericordia la visión del Paraíso. Soy menos que un niño en una cestita de mimbre, no tengo ya su frescura, y mi vida desde hace tiempo se hunde en el pasado. Mis días, Señor, caen unos en pos de otros, como las frutas de otoño, en las tardes de fuerte vendaval, en los jardines devastados. Guíame por tus caminos hacia tu reposo. Concédeme el descanso del alma desprendida y confiada; si lo juzgas conveniente, hazme pasar como te plazca, por el descanso purificador de las almas que se preparan después de la muerte para poseerte luego para siempre. Finalmente, te suplico -no dudo de que me los has de conceder, como me concediste todo lo demás, por tu infinita bondad -que atiendas al deseo inmenso de la santa Iglesia, mi madre, que pide por mí, al de todos mis antepasados cristianos y al de tu Espíritu consolador. Sí, por mí y por todos los tuyos escucha el gran Requiem aeternam con el Lux perpetua que serás tú mismo, y el in pace que te pido de rodillas.

Oración

Augusta Princesa, nuevo y augusto cielo: date prisa en dejar que de ti, como de una nube, venga a nosotros el divino rocío, Cristo Jesús; no tardes en mostrárnoso vestido de tu carne, para que hasta los extremos de la tierra lleguen los brillantes resplandores de su misericordia. Los montes y los collados, los valles y los prados, los pueblos y las tribus, las naciones todas y todo lo que vive, prorrumpa en clamores de victoria y de alborozo, diciendo: Ya llega la plenitud del divino gozo, ya se acerca el universal rescate que ha de conquistarnos: el Verbo sujetándose al tiempo, siquiera él esté por encima de todos los tiempos. Ya viene la celeste vid que nos dará el más incorruptible racimo, en él beberemos arroyos del vino de la alegría.Ya viene el divino tarro de soberanos perfumes que trae encerrado el más exquisito y delicado perfume que a los cielos recrea y deleita con su fragancia. Parecida eres, ¡oh María! al ángel que con encendido carbón purificó los labios de Isaías, pues lo traes en el seno tan divino y ardiente, que ha de iluminar a todo el mundo y ha de consumir todos sus pecados. Ya pasaron los vaticinios de los profetas, acabaron las esperanzas de los patriarcas, y no suenan ahora los suspiros de los justos; la esperanza es dichosa realidad, ha llegado el anunciado por tantos siglos; salgamos, pues, a recibirle con puros y contritos corazones (Antología litúrgica griega).

About the author

Jaime Solá Grané

A %d blogueros les gusta esto: