Entrada
Maestra y Doctora suma en divinas ciencias; sus palabras, sus ejemplos y sobre todo sus ruegos son nuestra luz y principio de nuestro saber (El Sabio Idiota).
Áureo tálamo de honestísima hermosura, que Dios escogió para gloria y alegría suya (S. Agustín).
Así como el primer Adán había sido formado de la tierra antes que Dios le echase su maldición, así el segundo Adán había sido formado de la tierra virginal que nunca había sido maldita. (Actas de S. Andrés).
Por la nube del día que guiaba a los israelitas, entiende la Virgen sacratísima, porque siempre estuvo en luz y nunca en tinieblas (S. Jerónimo).
Rosa y flor nacida en tierra de Jericó, tierra de planta tan rica, donde bajaron ejércitos de ángeles, como celestiales y divinos enjambres, a ver su concepción, llevados de la fragancia de sus grandezas (P. Francisco Rojas).
Dios te salve, María, escogida, que siempre desde el principio de tu concepción fuiste inmaculada, porque habías de parir al autor y fuente de toda santidad (Fulberto Carnotense).
Inmaculada y más pura y limpia que ninguna otra criatura sensible e intelectual (Séptimo Concilio ecuménico).
Anillo con que Dios selló sus alianzas con la humanidad. (Menologio griego). A los demás por partes comunica Dios sus gracias, sus beneficios y mercedes; a la Virgen el lleno de las gracias.
A los demás encaminó los arroyos e hilos de sus bienes pero a la Madre todo el río, y dijera mejor que el propio mar tuvo en ella madre, y todo junto estuvo dentro de ella (S. Sofronio).
La confianza del recurso que nosotros tenemos en María está basada en la grandeza del oficio de medianera de la gracia que ejerce continuamente en nuestro favor delante del trono de Dios. Ella es la criatura más agradable a Dios por su dignidad y por sus méritos, y, por consecuencia, eminentemente superior en poder a todos los ángeles y a todos los santos… Toda gracia concedida a los hombres llega hasta ellos por tres grados perfectamente ordenados: Dios la comunica a Cristo, de Cristo pasa a la Santísima Virgen, y de las manos de María desciende hasta nosotros (León XIII).
Meditación
Pequeña aguja
Pequeña aguja que luces, brillante, a un rayo de luz cuando estás inmóvil y sin vida… ¡qué no harías guiada y dirigida por los ágiles dedos de una inteligente costurera!
¡Tú joven! puedes ser la aguja de que Dios quiere servirse, para unir, entre Dios y tú, esas almas que la indiferencia tiene alejadas;
para unir esos corazones que viven descuidados, que no necesitarían para reanimarse más que una de tus palabras:
para hacer desaparecer esas estridencias de alma y de corazón que le quitan todo su hechizo a la vida de familia.
¡Oh delicadas y hábiles reparadoras, emplead vuestra habilidad en unir todos esos corazones que quieren amarse, que necesitan amarse, pero no saben cómo juntarse los unos a los otros!
¡Sed, jóvenes, sed en las manos de Dios, finas y brillantes agujas!
Oración
A Vos, Señora, presentamos nuestros males para que delante del trono de Dios los deshagáis y alcancéis perdón de ellos. A Vos también presentamos nuestras obras, aunque llenas de muchos defectos, y en vuestras manos sagradas ponemos nuestro corazón; porque Vos como otra Rebeca, y mejor que ella, sabéis muy bien lo que es gustoso a vuestro Hijo bendito; guiáis nuestro corazón y nuestras obras de manera que sean sabrosas a Su Majestad, para que, teniéndoos a Vos por defensora contra nuestros males, y por nuestra en nuestros bienes, los reciba el Señor, hallándolos en vuestras manos, no mirando a las nuestras que los hacen, sino a las vuestras que los ofrecen. Alcanzadnos, Virgen Santísima, gracia para que con ella y por ella merezcamos veros en la gloria (Juan de Ávila).