Meditación del día

… para el mes de Noviembre

Entrada

Mujer fuerte entre cuantas hubo y serán desde el principio hasta el fin del mundo (S. Fulberto Carnotense).
Árbol de vida cuyo fruto es pan de vida y maná celestial (S. Amadeo).
Resplandor de los santos, esperanza de los caídos, mano que alcanzó para el hombre la inmortal vida (S. Anselmo).
Importantísimo elemento en los arcanos de la divina economía, a quien los ángeles ansiaban contemplar. Arcano de perfección inconmensurable (Tritenio).
Verdaderamente que no tiene límites tu inefable grandeza, ni puede decirse el número de tus beneficios. Nadie se salva, sino por ti,. oh santísima; nadie se libra de los males sino por ti, oh purísima nadie alcanza bienes sino por ti, oh castísima; nadie hay que se conceda la gracia, sino por ti, oh honestísima (S. Buenaventura).
Por ti, oh María, se goza el cielo, se alegran los ángeles, huyen los demonios y el mismo hombre, de nuevo, es llamado a la eterna bienaventuranza. Por ti todas las criaturas sumidas en el error de la idolatría se convierten al conocimiento de la verdad; las almas vienen a las aguas del bautismo, y en todo el orbe de la tierra brotan cristiandades. Con tu auxilio, oh Señora, las gentes alcanzan misericordia (S. Cirilo de Alejandría).

Meditación

Jesús Sacramentado es modelo de obediencia y paciencia.

Jesús fue obediente hasta la muerte. Pero, también podríamos atrevemos a decir que la obediencia de Jesús ultrapasó y fue más allá de su muerte. Ya que en este adorable Sacramento lo vemos en la tierra y en el Cielo obedientísimo a sus criaturas; si ellas quieren que esté días y noches expuesto a la mirada de los fieles, no contradice; si lo llevan por las plazas y calles, no se opone; si lo encierran horas y horas con llave, consiente sin ninguna réplica. En este Sacramento Dios está a la medida del corazón de los hombres; pues el Señor Sacramentado está pronto a la voluntad y el albedrío de todos. El Rey Supremo domina en solio altísimo de su Majestad, adorado por encima de las comunas del fIrmamento y obedecido por las mayores potestades de la Gloria; y no obstante, a las solas palabras con que le llama su ministro de la tierra, vuela a ponerse en sus manos con tan perfecta obediencia, que no falla ni una sola vez.
El obendientísimo Jesús oye desde el cielo la voz del sacerdote, y no se pasa ni un solo instante entre la última sílaba de su palabra y la presencia real de Jesús en el altar. No le retrasa el encuentro feliz en el seno amorosísimo de su Padre Eterno, ni la suavísima contemplación de su Madre inefable, ni el canto magnífico de voces argénteas con que lo glorifican los serafines. La lengua, las palabras. las manos de su ministro le atraen indefectiblemente del Cielo hacia la tierra.
Basta que el hombre hable para que Dios le obedezca.
¿Sabéis, dice San Agustín, que hago yo con mis palabras en el altar? Siempre que las pronuncio, creo al que me creó. Aquella eterna generación del Verbo divino, en cuya luz no pudo fijar la mirada ni un solo instante los ojos de un Isaías, yo la renuevo con mi lengua, en mis manos.
Podríamos decir que es mayor la obediencia que tiene Jesús en este Sacramento a la voz del hombre, que la que tienen las criaturas a la voz de Dios en la creación; y es mayor asimismo el poder del que convierte en Dios el pan, que no el de aquel que crea el pan de la nada. Con una sola palabra trajo el Señor de la nada todo el Universo. y no hubo criatura que no obedeciese a su imperio; obedecieron los cielos y los planetas, los mares, los pájaros y las plantas. Pero todos aquellos seres eran unas criaturas caducas y corruptibles, de manera que todo lo que en la creación obedeció la voz de Dios ni fue ni podía ser infinito e inmortal como Él. Pero fue tan grande el amor de Dios hacia el hombre, que le dio poder para ponerlo en el Sacramento de la Eucaristía. Bien ensalzada ha sido y será siempre la obediencia que a la voz del Señor tuvo el patriarca Abraham al sujetarse a sacrificarle su hijo único. Comparad ahora aquella obediencia con Jesucristo, cuando a la voz de un hombre viene del Cielo y se pone en sus manos para ser sacrificado Él mismo.
Pasamos ahora a ponderar una mayor finura del buen Jesús: la paciencia con que sufre los agravios que se le hacen en este adorable Sacramento. Con las palabras mismas con que instituyó este Sacramento parece que se empeñó en sufrir todo tipo de ultrajes. Este es mi Cuerpo -dijo a los discípulos-, que por vuestro amor será entregado, es decir, ofrecido de mil maneras. Aquí os lo dejo, Sacramentado, expuesto a la crueldad de los hombres. No quedaron frustrados los insaciables anhelos que tuvo de sufrir y por nosotros; no ya solamente soportó la Pasión y el Calvario, sino que todos aquellos tormentos los renueva la humana malicia en este Sacramento. Si un discípulo lo vendió por treinta monedas, si los fariseos se confabularon para matarlo, también en nuestros días los herejes y los perversos profanadores lo han entregado a todos los agravios y han desfogado grandes explosiones de odio contra el Augustísimo Sacramento del Altar.Y todo lo ha sufrido el amantísimo Cordero, aquel Señor, a quien las Escrituras aclaman Dios de las venganzas, en la Eucaristía no ha querido ostentar su poder. Aquel aunque por una sola mentira castigó a Ananías con la muerte; Aquel por un desprecio a su profeta mandó a la tierra que engullese vivo a Abirón; Aquel que por una sola injuria contra Eliseo, ordenó a los osos que devorasen a los pequeños insultantes; Este es el que ahora sufre tantos agravios como la impiedad y la incredulidad de los hombres hace contra su Cuerpo, menospreciándolo, ultrajándolo, y pisándolo sacrílegamente. ¿Quién desarmó aquellas divinas manos, sino el amor infinito del Salvador hacia los hombres? ¿Quién las ató para que no se sumergiesen como en otro tiempo, con diluvios de agua multitudes enteras y con lluvia de fuego ciudades pecadoras? ¿Quién sino el amor, hace blanco a Jesús de los incontables insultos con que le befan así de palabra como con escritos? Este amor inmenso, este amor incomparable, no satisfecho aún de clavarle las manos en una cruz, las ha tenido fuertemente atadas en el Sacramento del Altar.

Oración

Vistió Moisés de oro por dentro y por fuera el arca santa de la Ley, y asimismo tú, Señora, tienda santificada con la presencia del Altísimo, estás toda vestida de oro, porque la gracia y la caridad tienen embargado y lleno todo tu ser. Eres la estrella que atrae las miradas de los ángeles y los suspiros de los hijos de Adán; eres el arca que sustenta el tesoro y el amor de todos los pueblos. Te hacen sombra, a manera de querubines el arcángel Gabriel y el evangelista Juan, que siguen tus pasos alabando tu hermosura y majestad. De tu virginal pecho, como de áureo incensario, suben hasta Dios columnitas de humo perfumado que merecen al humano linaje frutos de vida y de bendición, para que siempre se diga que tu mediación es principio de universal salud (S. Ildefonso).

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Jaime Solá Grané

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