Entrada
Aula de Dios, gala del paraíso, gloria del empíreo reino, albergue de la vida, suerte, camino y puerta de nuestra eterna salud (Venancio Fortunato).
Rosa que alegra los inmortales prados (Bto. José de Steinfeld).
Insigne y levantada maravilla del orbe (S. Bruno).
Árbol que, como echó tan hondas raíces de humildad, mereció ser encumbrado sobre lo más alto hasta dar de sí aquel soberano fruto que alimenta a los cielos (S. Buenaventura).
El Rosario es como una corona de rosas, una diadema donde los fieles ornan la cabeza de su Reino…
Todos saben cuán útil y ventajoso es recurrir a la Santa Virgen en nuestras diversas necesidades. María es una buena Madre que acoge con bondad todas las plegarias de sus hijos, mas… una plegaria que ella prefiere por encima de las otras: ¡es el AVE MARIA!
En este grito, el Corazón de vuestra Madre exulta, pues le recordáis los grandes prodigios que el Todopoderoso ha hecho en su favor. Dios te salve, decís a María…
Vos estáis llena de gracias, de tesoros de bendiciones, depositadas en vuestras manos.
Vos podéis enriquecernos. Y María sonríe a vuestras alabanzas y tendiéndoos los brazos: sí, hijos míos, responde ella con amor… “Venid a mí cuantos me deseáis y saciaos de mis frutos” (Si 24, 25). (Padre Chaminade).
¡Rezad a María mediante el Rosario!. ¡Que los fieles y las familias cristianas vuelvan a invocarla con asiduidad y fervor, especialmente mediante la bella oración del Rosario! María obtendrá del Señor la gracia de una nueva primavera para la Iglesia en el ya próximo amanecer del tercer milenio de la era cristiana (Juan Pablo II).
Meditación
La Santísima Virgen
Era joven aún, de poca experiencia, tímida. De suerte que sólo aceptó movida por las palabras de su director que le decía:
– Hija mía, a los sacerdotes se nos escapan las almas. Yo te confío, en el nombre de Dios, la misión de traérnoslas. Sí, sí, hija mía, María, es la puerta del cielo. No se entra en el cielo sino por medio de María.
María es la puerta del tribunal de la penitencia, donde Jesús concede el perdón. No se recibe útilmente este perdón sino es preparado por María.
María es la puerta del tabernáculo donde Jesús se entrega. No se comulga piadosamente si no es por María.
Haz, pues, que se ruegue a María, que se acuda a María.
María, después de Jesús, y con Jesús, es el todo de la vida del alma.
En el alma de todos los santos hallarás siempre, como principio de conversión y vuelta a Dios, como atractivo para ir a Dios, como fuerza para perseverar en el servicio de Dios, el pensamiento en María, la oración a María, la confianza en María, el amor de María.
Busca en el infierno.
Sondea el alma de todos los desgraciados que hay allí en la desesperación; siempre encontrarás:
olvido de María, desconocimiento de María, desprecio de María, negación de acudir a María.
Busca en la tierra.
En toda alma que vive piadosa, amante, abnegada;
En toda alma que lucha contra el atractivo del placer, que sabe dominar su natural y ser para todos ángel de paz y de protección;
En toda alma que después de alguna falta se levanta más humilde, más fuerte;
En toda alma que experimenta el deseo ardiente de guardar las almas para Dios, de conducirlas a Dios; que quiere, como tú, ser un apóstol,
Hallarás siempre:
el recuerdo de María, la oración a María, el frecuente recurso a María, el amor a María.
En toda alma que se relaja, que desciende poco a poco, dominada por el orgullo, por el egoísmo, por la sensualidad, hallarás siempre:
El enfriamiento de la devoción a María,
El abandono de la oración a María.
Es ley de Dios:
Que no hay Jesucristo sin María:
María ha dado a Jesucristo al mundo. Aún lo da a las almas.
María alimentó, guardó, protegió a Jesucristo en su casa de Nazaret, y lo alimenta, lo guarda, lo protege aún en las almas. ¡Todo debe ir a Jesús por medio de María!
A esas almas de jovencitas que te he confiado,
Háblales de María,
Haz que rueguen a María,
Haz que amen a María,
Inculca el pensamiento de María en todas las almas,
Infunde el recuerdo de María en todas las memorias,
Pon el nombre de María en todos los labios,
Llena del amor de María todos los corazones.
Oración
¡Oh Madre santísima, Madre toda escogida y singular, Madre inmaculada y que no conoció corrupción, Madre de misericordia, Madre de piedad y del perdón! abre los clementísimos brazos y acoge en tu regazo al hijo maltrecho y casi exánime por las heridas de sus pecados! Mira, Señora, a tus pies un hijo pródigo, que habiendo derrochado su herencia y perdido sus vestiduras y su libertad, quiere volver al delicioso paterno hogar. Benignísimo y piadosísimo es el Padre, mas ¡qué ventura, si tú, Madre suavísima, te dignares reconocernos y teniéndonos por la mano presentarnos a él (S. Anselmo).