Meditación del día

…para el mes de Septiembre

Entrada

María, maestra y doctora según el significado de su nombre (S. Epifanio).

Amabilísimo nombre que hace alegría a los tristes, porque es júbilo para el corazón, miel en la boca y música en el oído (S. Antonio de Padua).

Regalado nombre cuya invocación suavísima ahuyenta el temor en el punto de la muerte, pone en espanto a nuestros enemigos, y siembra paz en los corazones que le veneran (S. Buenaventura).

Iris de suprema bonanza (Liturgia mozárabe).

Invocado este nombre tan poderoso, aunque los méritos de quien le invoca no merezcan que sea oído, interceden los méritos de la Madre para que sea bien despachado (Ribadeneira).

Arcano celeste y portentosa obra divina, en quien van cifradas las perfecciones posibles de la naturaleza humana y la angélica (S. Ignacio Mártir).

Madre espiritual de toda la prole de Adán; por cuanto al pie de la cruz, no sin grandes sollozos de su alma, a todos nos llamó y nos engendró para la eterna vida en el Hijo y para el Hijo (S. Alberto Magno).

Amoroso y suavísimo pasto de mi alma, bocado el más sabroso para mis potencias y sentidos, principio y causa de mi alegría, arroyo de místicas consolaciones en que se baña mi alma (S.Anselmo).

Reconciliación poderosísima de sus servidores y devotos con aquel Hijo bendito que por nosotros quiso morir en cruz (El Sabio Idiota).

Abeja que sin perder nada de su entereza nos dio vestido de nuestra carne al Eterno Hijo del Padre como miel vestida de cera (Ab. Ruperto).

Meditación

En medio de tu Iglesia

Anunciaré tu nombre a mis hermanos; EN MEDIO DE LA IGLESIA cantaré tus alabanzas (Hb 2, 12).

La Iglesia no es sólo la agrupación visible de los fieles que asisten a misa, o el cabildo de clérigos que cantan los salmos en común; la liturgia no está compuesta únicamente de manifestaciones. El breviario rezado por un párroco rural, en plena soledad, es tan eclesiástico como el solemne oficio coral: no de otra manera reza el vicario de Jesucristo sus horas canónicas.

Porque el lazo que une a la Iglesia es más fuerte y más íntimo que el simple contacto que se establece en las multitudes reunidas; y los fieles no cesan de formar rebaño ni aun hallándose dispersos. El lazo de la Iglesia es el espíritu de Cristo, y para actuar en su nombre no hay necesidad de proclamarlo muy en alta voz. En el desierto sin agua, y en la cámara de los navíos, en todas las épocas, en todas las horas, los que han recibido el espíritu de Cristo, sus sacerdotes, sus ministros por lo tanto, pueden actuar en su nombre. Basta con que realicen los actos de su función. Todo lo demás es accesorio; lo cual no quiere decir que deba descuidarse o que no tenga valor.

Siento estima por el recuerdo y el pasado cristiano; pero amo también, oh Dios mío, el querido, el hermoso presente católico; me gusta el culto de hoy, adaptado maternalmente a las duras necesidades a que nos obliga la existencia; la devoción al Sagrado Corazón, la gruta de Lourdes, y las bendiciones del Santísimo Sacramento por la tarde ante numerosa muchedumbre, en nuestras grandes ciudades. Mientras que fuera de la Iglesia todo se agita ante el ritmo loco que nos aturde; y lejos de la turba que hormiguea entre el centelleo de las luces y el ruido de los pesados vehículos, tu pueblo ha venido esta tarde a esta capillita de arrabal, y las hijas de María entonan ingenuas cantilenas como se canta en familia. Haz que no desprecie nada de esa piedad que tu gracia inspira y que tu Iglesia alienta. Otórgame un corazón muy grande, muy ancho, sin exclusivismos ni intransigencias.

Tú estás eternamente presente. Cuando me confieso al empezar Santa Misa, lo hago ante toda la asamblea de los fieles, invisible, pero actuante, ante ella me acuso y la suplico que pidan a Dios por mí.

Desde mi bautismo hasta el Requiem del sepulcro, la oración pública de la Iglesia es la que me ha salvado, y me salvará, aun cuando no se la haya hecho en público, porque tú estás en cualquier parte donde se actúa en tu nombre, y no sólo allí donde resuena tu nombre, ni hay que ir a buscar entre los sepulcros al que nos ha precedido en la eterna Galilea

Oración

En todos los peligros nos ayuda tu piedad, Señora, porque poderosa eres y larga en favorecer. Y es razón que lo seas, y a que nada cuadra mejor a tu dignidad de Madre de Dios, de Reina del mundo, de Emperatriz de los cielos y Esposa del Espíritu Santo. Tú nos das el vivir en Cristo, y por ti se nos comunican las soberanas perfecciones. Tu vivir es en el seno de la eternidad de Dios; tu resplandecer es abundosa irradiación de la increada lumbre; y tu gozar está cifrado en la bondad de Dios. Tú devuelves a la gracia y unges con el óleo de la santidad a los que vivían apartados de todo bien; tú levantas al criminal, y purificas al encenagado en vicios; tú alegras al triste, calmas los odios y abres caminos de concordia (S. Ildefonso).

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Jaime Solá Grané

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